Creado en el año de 1823, después de que terminara el Primer Imperio Mexicano, el Distrito Federal deja de existir tras la aprobación de la reforma, en la que nombra a esta parte de la nación como un nuevo estado (el 32, de hecho).
Ahora, según nuestro Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, contaremos con autonomía y una constitución progresista, misma que la que ya gozan nuestros estados hermanos.
Ahora estaremos “disfrutando” de un presupuesto autónomo, mismo que las alcaldías aprobarán, y vigilarán lo que le corresponde a cada delegación.
A su vez, contaremos con “Autodeterminación” que es, ni más ni menos, el derecho a decidir cómo gobernarnos.
También habrá una Constitución propia, con la que tendremos (lo que, “según” ya teníamos), derechos y obligaciones.
A mí en lo personal me resulta molesto que anden cambiándonos de gentilicio cuando se les da la gana. Antes éramos “chilangos” o “defeños”, pero ¿ahora qué somos?, ¿mexicas? ¿Tendremos “Tlatoanis” para gobernarnos? ¿Volveremos a los sacrificios de vírgenes (si es que hallamos alguna)?
Pues no sé, pero de seguro a la “CDMX” le esperan grandes cosas en el futuro, y no necesariamente son buenas. 😦