En México ser un criminal no sólo te da ventajas e inmunidad ante la ley, además, si llegas a caer en la cárcel, lo cual es muy poco probable, el sistema te va a mantener, te va a alimentar y a permitirte vivir sin mover un dedo, mientras estés tras las rejas.
Más de 250 mil personas viven en las cárceles de México y cuestan a los ciudadanos más de 8 mil millones de pesos al año, dinero que bien podría servir para mejorar los hospitales públicos, las escuelas y un montón de otras cosas, para las que nunca hay presupuesto suficiente.
El sistema carcelario en México no sólo es caro, además es obsoleto, ineficaz y poco útil para las necesidades del país; se sabe que las cárceles están superadas en su capacidad, en más de un 60%, lo que genera condiciones de hacinamiento, estrés, violencia y una larga lista de vicios que se permiten, porque el sistema mismo no tiene control.
Incluso también es muy sabido que, dentro de los centros penitenciarios, se controlan negocios ilegales e incluso se cobran extorsiones, porque los grupos delictivos tienen más poder que los mismos policías.
Y luego, para rematar con la manera tan absurda en que controlamos a la población “peligrosa”, también se sabe que, más de la mitad de quienes viven en las cárceles y cumplen condena, en realidad son inocentes, pero víctimas de la corrupción, la ignorancia y el dinero de quienes sí pudieron comprar a los funcionarios y salir, pese a su culpabilidad.
Es decir que más de 100 mil personas están encerradas en cárceles mexicanas de manera injusta, mientras un número mayor de delincuentes anda rondando las calles y quitándonos el sueño. Eso podría llamarse fácilmente “justicia a la mexicana” o la Ley de Herodes: ¡o te chingas, o te jodes!
Pero como en este país hacemos todo al revés, entonces unos inocentes están dentro, unos culpables fuera y otro tanto es la mano invisible que controla la situación, dice quién entra, quién sale y quién se muere refundido en una celda.
Lo que más nos arde
El mal funcionamiento de las cárceles mexicanas es causa del no desarrollo del país, gente en pobreza extrema que es víctima de injusticias, cae ahí dentro por delitos menores o por simple ignorancia, porque no tiene quién la defienda o no le alcanzan las monedas para corromper; al mismo tiempo, los criminales son los que mandan, pagan con el mismo dinero que se roban y son quienes inventan las leyes y luego las tiran a la basura, según les convenga. Y todo eso, mientras los ciudadanos se acaban la vida trabajando, pagándole impuestos a un sistema que no los va a proteger, a defender o hacerles nunca, la justicia que merecen.