En México, se ha intensificado la tensión entre dos realidades cotidianas: los precios excesivos de la canasta básica y el aumento constante de las tarifas de las plataformas de streaming. El incremento en el costo de alimentos esenciales como tortilla, huevo, leche, frijol y azúcar se ha vuelto una preocupación persistente. Paralelamente, los servicios de entretenimiento en línea también han ajustado sus precios al alza, lo que obliga a los hogares a replantear sus prioridades de consumo, un tema que se ha vuelto cada vez más común en el debate público.
Según los planes recientes, el gobierno mexicano fijó como objetivo que el precio de una canasta de 24 productos de primera necesidad no rebase los 910 pesos mensuales. Sin embargo, algunos sectores señalan que este objetivo no se ha logrado cumplir de manera efectiva. A su vez, las plataformas digitales han incrementado al tal grado que, los precios de sus paquetes más caros cuestan cerca de $1,364 pesos mexicanos al mes.

¿Cuánto han aumentado los precios de las plataformas?
En los últimos años, las plataformas de streaming han modificado su planes y han ajustado sus tarifas para adaptarse a las condiciones del mercado. Disney+, por ejemplo, en su más reciente aumento, elevó el costo de 299 a 319 pesos mensuales en su plan premium. YouTube Premium también incrementó su tarifa, pasando de 139 a 159 pesos al mes. Por su parte, Netflix mantiene uno de los precios más altos, con su plan premium fijado en 329 pesos mensuales.
Otras plataformas, como HBO Max, cobran cerca de 249 pesos mensuales, mientras que Amazon Prime Video mantiene una tarifa de $99 pesos, la cual no ha presentado cambios, aunque recientemente incorporó anuncios para mantenerse así. En cuanto a la suscripción de Spotify está cerca de $129 pesos en su plan individual, aunque recientemente agregó cambios a sus planes.
La comparación es reveladora: el gasto mensual en plataformas digitales (al menos aquellos que contratan varios servicios de streaming) puede superar en más de 1.4 veces el costo de la canasta básica de alimentos. Lo que obliga a muchos a replantearse sus prioridades de gasto y consumo.

El dilema en esta elección recae en el acceso al ocio, la cultura, las distracciones y el vínculo social, elementos que influyen directamente en la calidad de vida. Este problema podría agravarse aún más en contextos donde cualquier forma de esparcimiento son limitadas. Por el contrario, si se conserva el entretenimiento a costa de reducir el consumo de productos esenciales, existe el riesgo de afectar la nutrición, la salud y el bienestar físico.
Culturalmente, la preferencia por el entretenimiento en línea está impulsada por varios factores sociales: el deseo de pertenencia, la necesidad de mantenerse conectado, el acceso a contenidos globales y la facilidad de uso a través de dispositivos digitales. La normalización del streaming como forma cotidiana de ocio, junto con la fragmentación de medios tradicionales, ha incentivado la migración hacia catálogos online. A ello se suma la presión social: para muchas personas, consumir contenidos bajo demanda se ha vuelto casi indispensable, no solo como una forma para relajarse, sino también para mantenerse informados y compartir experiencias culturales comunes.
Socialmente, esta situación refleja desigualdad: quienes cuentan con mayores ingresos pueden asumir fácilmente varios servicios de streaming sin que esto afecte su presupuesto destinado a alimentos, mientras que quienes tienen ingresos limitados enfrentan decisiones difíciles, recortes, y estrés económico. En zonas rurales, por ejemplo, hay barreras adicionales como el acceso a internet, calidad del servicio, costo de los dispositivos, lo que convierte al streaming, en muchos casos, un lujo inaccesible.
El dilema que enfrentan muchas familias ya no es simplemente “comer o no comer”, pues ambos consumos forman parte de la vida diaria moderna, pero el equilibrio se ha vuelto frágil ante los precios crecientes. Las tarifas de streaming están desplazándose de ser un gasto ocasional a convertirse en partes fijas del gasto mensual, mientras que la canasta básica sigue siendo una necesidad indispensable, aunque cada vez más costosa.
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